CRÓNICA DE VIAJE; BRASIL | REVEILLON: EL INSTANTE CARIOCA DE FELICIDAD
Nos esforzamos por detener el paso del tiempo en nuestra existencia física, siguiendo toda ilusoria promesa de eternidad. Y curiosamente, celebramos que ese tiempo encorsetado en un calendario pase y se acabe, y deje su ordenado espacio a otro año, nuevo y sin arrugas. Y en el clímax de la contradicción de occidente, celebramos al tiempo con festejos y rituales barnizados de augurios de buenaventura, contento, logros y satisfacciones.
En un vasto preludio del colorido carnaval que se avecina, la Reveillon es la gran fiesta carioca para cerrar un año y dar la bienvenida a otro.
Desde muy temprano, la tarde del 31 de diciembre se viste de multitudes vestidas de blanco, música de palmas, sonrisas anchas y curvas generosas. En las olas de Copacabana flotan flores, ofrendas de colores por el amor que se tiene y por el que se desea.
Celebraciones íntimas, familiares. Otras lujosas, extravagantes, monumentales.
El intervalo es ocupado por la noche ataviada de estrellas. La calle, se engalana con una luna tan llena como los augurios de felicidad y tan embriagada como los espirituosos que desfilan, de mano en mano, de copa en copa.
Todo anuncia el instante esperado.
A coro con las voces que siguen el rito, el año joven, cargado de sueños y buenos deseos, estalla frente a nosotros engalanado con interminables artificios de luces, en estampida multicolor. Un festín para los ojos, un banquete sensual de un fin de ciclo para recordar. Soltamos lo que pesa. Sostenemos lo se merece.
De tiempo estamos hechos, decía Borges. Y es al tiempo, a quien celebramos, porque con su paso vamos haciéndonos, cada día, lo que somos y lo que vamos siendo.
Festejamos el paso del tiempo. Dejamos que la vida nos bese en la boca. Celebramos ese hálito, ese instante tan bonito, humano, escurridizo.
Algunos, nos creamos el momento del disfrute y gozamos la oportunidad de estar vivos.
Y con eso nos basta, para sentir la dicha de la eternidad.
By Verónica Martinez Castro