LA MUJER TIENE UN DERECHO HUMANO BÁSICO:
A VIVIR UNA VIDA LIBRE SIN VIOLENCIAS
¿PORQUE LE CUESTA A UNA MUJER RECONOCER QUE ES VÍCTIMA DE VIOLENCIA DE GÉNERO?
La violencia de género manifestada a través de la agresión física, sexual, económica, psicológica, digital y vicaria, aquella que los hombres utilizan contra las mujeres a fin de mantener una relación de discriminación, desigualdad y de poder; generalmente son producidas en el ámbito privado, en el hogar. Constituyen hechos de tal envergadura y gravedad, que cuando se transforman en crónicos producen crisis violentas en la pareja. Es un factor importantísimo la intervención especializada, a fin de romper con el patrón violento instalado en ésta relación crónica y/o tóxica.
Las interacciones violentas en una pareja están vinculadas con un incremento de la tensión en las relaciones de poder establecidas. Esto significa que, en el transcurso de los intercambios recurrentes cada vez más tensos, emerge la violencia física en los momentos en que la relación de dominación/subordinación, que se supone ejerce el varón violento sobre la mujer, necesita ser reconfirmada.
Cuando la crisis alcanza su punto máximo y sobreviene el descontrol, es cuando podríamos encontrarnos con un resultado fatal, como es el femicidio. Resultado que deviene muchas veces de la inacción de funcionarios judiciales, institucionales y de la propia
fuerza pública.
Ahora bien, la situación recurrente en la cual queda subsumida la mujer presenta tres características fundamentales: la cronicidad, la intensidad creciente en los episodios de violencia y el acotamiento entre las fases del ciclo, que consta de tres fases:
Fase I: De acumulación de tensión
En esta fase se suceden pequeños episodios que llevan a roces permanentes entre los miembros de una pareja, con un incremento constante de ansiedad y de hostilidad. Esta fase puede durar años. Si se solicita ayuda en esta primera instancia, se puede prevenir la irrupción de la fase aguda o del golpe.
Fase II: Del golpe
En esta fase, muchas veces se encuentra en el relato de la mujer algunas frases o actitudes detonantes. Esto tiene que ver con la imposibilidad de continuar sosteniendo el nivel de acumulación de tensión producido en la primera fase, viniendo el golpe a provocar, luego de la descarga, una baja en la tensión y un cambio ilusorio y momentáneo en las relaciones de poder. También se produce un reacomodamiento en los roles determinados por los estereotipos de género. Ejemplo: la mujer vuelve a cumplir su rol de persona comprensiva; el hombre, su rol de proveedor.
Es dable aclarar que en esta etapa, frente al golpe de su marido o pareja, la mujer lleva a cabo la denuncia judicial. La violencia física resulta un detonador para ella, al punto de “intentar” poner fin a esta crisis –y digo “intentar”- ya que a continuación viene la fase III.
Fase III: De idealización o luna de miel
En esta fase se produce el arrepentimiento por parte del él. La mujer lo perdona y vuelve a creer en su pareja, debido a su escasa capacidad de simbolización (es decir, su imposibilidad de poner en palabras lo que siente y piensa). En esta fase, él se comporta como el hombre ideal, muy arrepentido: suele hacerle regalos a ella, comportarse como aquel hombre del cual la mujer se enamoró. Y lamentablemente, frente a tal comportamiento, la mujer deja sin efecto la denuncia y la retira del juzgado.
En las fases del ciclo se manifiestan claramente los diferentes tipos de violencia que comenté al comienzo. Es importante aclarar que tanto las estadísticas como el análisis de los casos hablan de que estas diferentes manifestaciones de violencia siempre están relacionadas. No hay una violencia física sin una previa y paralela violencia psicológica. En realidad, en primera instancia la violencia sexual es también física y psicológica. Es más: en algunos casos, una golpiza culmina con una violación marital.
Es importante recalcar que este carácter de circularidad en el que se desarrolla la violencia de género implica una repetición de síntomas. Esto quiere decir que, si bien hay un reconocimiento de una dificultad en el vínculo –e incluso una intencionalidad de revertirla–, esto no puede ser modificado desde lo volitivo. Para resolver este conjunto de síntomas y signos que dan cuenta de dificultades de carácter social, vincular y de personalidad no alcanza la voluntad.
La violencia es una conducta aprendida, un modo estimulado socialmente, de resolución de conflictos. En la dinámica violenta, las mujeres, a modo de defensa, desarrollan conductas de aislamiento, negación y disociación. Esto se manifiesta en la pérdida paulatina de vínculos afectivos (amigos, parientes, vecinos), en el no reconocimiento de estar padeciendo un problema y en la minimización de las escenas de violencia.
PODEMOS EVITAR LA VIOLENCIA
La violencia contra la mujer es una violación de los derechos humanos más devastadores del mundo. Existe una impunidad no sólo del Estado sino también desde los varones violentos que la ejercen.
En tanto y en cuanto el Estado continúe haciendo oídos sordos, las mujeres continuarán siendo víctimas de la violencia de género e institucional, continuaran siendo estigmatizadas por un sistema impune y opresor.
Según datos de las Naciones Unidas desde que comenzó la pandemia mundial y el lockdown el 45% de las mujeres declaró que ellas o una mujer que conocían había sufrido alguna forma de violencia de género, 7 de cada 10 mujeres creen que el abuso verbal o físico por parte de la pareja se ha vuelto más común, 6 de cada 10 personas consideran que el acoso sexual en los espacios públicos ha empeorado.
Existe mundialmente diversos movimientos como el #NiUnaMenos el #MeToo, el #BalanceTonPorc, el #TimesUp, entre muchos otros, los cuales generaron un gran cambio en el mundo, marcando una identidad en las mujeres y logrando un reconocimiento de derechos en ella. Sin embargo, la intervención estatal en cuestiones de género no es eficaz, las cifras de femicidios a nivel mundial se incrementan, los movimientos feministas insisten a gritos en la necesidad de prevenir y responder a la violencia de género con carácter urgente.
El día 25 de Noviembre es una fecha para que todos hagamos una lectura interior desde el lugar que ocupemos en la sociedad y pensemos cuáles son los obstáculos para alcanzar el respeto de los derechos humanos de las mujeres, que es lo que impide que no pueda cumplirse ese objetivo tan preciado que es poner fin a la violencia contra las mujeres.
Debe existir una sensibilización y un compromiso estatal en la agenda gubernamental con políticas públicas que lleven a erradicar la violencia de género de nuestra sociedad. Claro está, y como sostengo siempre: ningún hombre nace violento, se hace violento.
Por Silvina Bentivegna