ALCOHOL
La vió en la barra del bar. La cabeza vencida sobre el hombro derecho, el codo apenas apoyado, tambaleándose con la cadencia del giro de la butaca.
-El alcohol no ayuda si estás buscando certezas, le dije.
– ¿Certezas?…. Oh, las certezas, las certezas, repetía con media sonrisa cargada de pesadumbre.
Se evaporaron los ritmos, incluyendo el de cualquier conversación.
– Soy Juan.
Las costumbres tan arraigadas, nos contarían la historia de Juan, aturdido de alcohol, despeñado sobre la barra de un bar. Sin embargo, al revés, allí estaba ella, sublimada entre etílicos, conversando con ella misma.
– Soy Lucía, bienvenido a mi cosecha.
– Bella Lucía, suspiré sin atisbo de lograr nada significativo. La única certeza era mi estúpida osadía de catapultarme sobre su centro de atención, ocupado en llenar su copa una y otra vez más.
– Qué bonito suena mi nombre en tus labios, dijo entre una verborragia de lágrimas que iba secando con la manga de su blusa, manchada del maquillaje que corría desteñido por su cara.
Perplejo y conmovido, acaricié su pelo, acerqué mi boca y susurré nuevamente, “Bella Lucía, bella Lucía”.
Su cabeza giró, se hundió en mis hombros y, una vez más, como siempre ocurre se renovaría la sorpresa, con la gracia de capturar la atención del ser deseado.
By Nica Martin.
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